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Dejar ir para encontrar

Actualizado: 25 may 2020

Me pesa tu ausencia. Aunque no lo creas es un vacío al que cuesta acostumbrarse. Tantos años no pasan en vano y hay recovecos varios que llevan tu nombre, hay esquinas de mi mente, cajones de mi cuarto, gavetas de cocina, libretas de notas, huecos en la almohada que evocan tu recuerdo. Tejimos innumerables experiencias, bastas redes de recuerdos que por conexión neuronal se prenden en contra de mi voluntad como serie navideña, uno tras otro encendido por el breve momento en que un quehacer cotidiano alude a ti.


Me pesa tu ausencia, aunque creas que he dado el paso sin mirar atrás. Tantas subidas y bajadas no dejan de tener efecto, aunque creas que tiro por la borda el tiempo invertido. No, no es así. Tu ausencia cala, los espacios que dejas, lo ordinario que no se comparte más, pero no es el tiempo invertido, es el afecto agotado. Me pesa tu ausencia pero confío en la sabiduría del recorrido que he transitado, donde en cada recolección de momentos, de risas y lágrimas repartidas me he descubierto. Confío en que es momento de andar en otra dirección, de dejarme sorprender por lo venidero.


Dejar ir para encontrar. Seguramente lo has escuchado más de una vez... Que si dejamos ir lo que no necesitamos o no encaja más abrimos espacio para que llegue lo que hace falta. Que hay que abrir caminos, hacer huecos para que lo que está por venir emerja.


Aprender a dejar ir e irse, como todo lo humano, no es nada sencillo, por que tú y yo sabemos que detrás de ello hay todo un proceso de saber cerrar, despedirse, un proceso de pensarse y visualizarse. Que los huecos abren posibilidades pero también que los huecos duelen, y es que cuando más cuesta, es cuando más cuenta... por que los cambios que nos sacuden y nos hacen salir más fuertes y sabios generalmente vienen de esas decisiones que no son sencillas.


Porque a veces necesitamos que se resquebrajen las certezas, las zonas de confort, las promesas que creíamos intocables para repensar nuestras apuestas. Los tiempos cambian, las personas también. Como siempre te digo, somos cambio, somos movimiento y en ese vaivén constante a veces hay espacios, personas, proyectos que tienen que replantearse o dejarse ir. Dejar ir para ver qué permanece, para abrir paso a lo inexplorado.

Y que no por ello dejan de ser, solamente que ocuparán un lugar distinto, porque todo encuentro, toda experiencia deja su huella.


Es normal sentir miedo e incertidumbre, tener el temor a equivocarse y entonces aferrarse un poquito más, un poquito más fuerte.

¿Pero que tal si lo piensas como la oportunidad de descubrirte? A veces se necesita algo de caos para que todo se acomode, a veces se necesita hacer un huequito para que lo demás llegue.


Porque a veces necesitamos esos huecos, a esos agujeros que sólo desde el vacío que generan nos llevan a replantear, a mirar con más precisión, a repensar nuestras apuestas, nuestra necesidad de cambio…crecimiento y evolución constante.




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